Un día entre amigos dijo que la vida no le alcanzaba para ser tan feliz, y no paraba de preguntarse cómo condensar en un instante toda su existencia y acto seguido morir, ellos le ignoraron. Sin embargo él seguía subiendo las escaleras.
En la mañana preguntó por las caras largas en los rostros de las personas, y todos pasaron de largo sin mirarlo, luego les preguntó a dónde iban y alguien lo empujó. Daniel hizo una pausa y siguió subiendo las escaleras.
Otra noche me vino la imagen de Daniel en un campo de fresas. Decía que los viajes siempre tienen retorno, que sin retorno nunca hubo viaje, y de su sueño se desplegó un edificio muy alto, dijo que nunca lloró por la muerte de su padre, no porque no le quisiera o porque no le extrañara, por el contrario fue muy, muy feliz con él. Luego se acercó a su edificio y me dijo "nunca me llores que yo te amo". Se dio vuelta y entró por unas puertas de cristal, luego susurró: "Quiero volar".
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