Friday, March 22, 2013

Snoopy. 2009


Batalla contra el gigante



Carrera de corredores por los llanos
(Para bajar de peso)



Esquiando en Alaska (mi jardin)



Mira que alguien te hace mala cara




Fotos tomadas en el 2009

Tuesday, March 19, 2013

Crónica de la última noche con mi hermana


Mi hermana huye porque es una asesina. 

Han pasado dos años y no hay un día en el que no piense en Jas  y en qué estará haciendo.


Jacinta es mi hermana menor, tiene 18 años. Siempre fue altanera, es de esas que habla sin pudor, a veces es gracioso escucharla expresarse tan escuetamente. Siempre le he admirado su fuerza, su imponencia, su valentía al nunca doblegarse frente a alguien. Pero ella se fue. Se fue mi Jas. 

Recuerdo muy bien mis últimos meses junto a ella. No eramos tan amigas hasta que mi padre nos envió a Tolú, nunca le pregunté el porque. Sólo sé que Jas y yo llegamos en un camión a un pueblo en donde una señora nos iba a recibir. Nadie apareció.

Yo iba muerta del susto, no sabía que pasaría con nosotras, me sentía bulnerable y en constante peligro. Pero Jas no. Jas también tenía miedo, y sin embargo caminaba por las calles con tan convincente propiedad que pasabamos inadvertidas. ¡Qué hazaña! Un par de chicas rolas, perdidas y sin que nadie lo notase, era un pequeño alivio para mí. Los días pasaron, conseguimos trabajo en un restaurante de un hotel lujoso y Jas hizo una amiga, Laura.


Laura me caía bien, era una chica medio loca. Jas y Laura contrastaban mucho, Jas es de cabello café claro, tez blanca a diferencia mía, que soy de tez trigueña. Ella es alta y delgada. Laura, por su parte es también de tez blanca, pero de cabello negro como el plumaje de un cuervo, ella es pálida, una característica casi imposible en la costa, puesto que el sol, si no te broncea, te quema.


Jas quería mucho a Laura, era como otra hermana, ella pasaba mucho tiempo con nosotras, trabajaba en el restaurante en las noches y en las mañanas se arreglaba en nuestra morada. Solíamos pintarnos las uñas los domingos, un acto en vano, puesto que el tiempo invertido en el mar debilitaba las uñas y el esmalte se caía. Salíamos de compras cada vez que nos pagaban, el dinero nos sobraba; comprábamos faldas, vestidos, sandalias, sombreros, y un montón de chucherías.

Yo sentía que éramos una bendición en la vida de Laura. Sospechaba que ella era infeliz en su casa, con su madre, si tenía. Ella nunca hablaba respecto a su familia.

Hasta que los días de gloria acabaron. Laura ya no salía con frecuencia a la playa a esconderse del sol bajo las sombrillas, como normalmente lo hacía. Laura comenzó a usar pantalones largos, renunció al trabajo y comenzó a desaparecer lentamente. A mí me dolía, pero no era ni la cuarta parte de lo que Jas padecía. A Jas le dolía el corazón, yo sentía el dolor de ella, como ella sentía el dolor de Laura. Yo desconocía ese sentimiento, eso que llaman 'sexto sentido'. De repente todo comenzó a tornarse extraño y oscuro.

Duré una semana sin cruzar palabras con mi hermana, si acaso el saludo uno que otro día. Yo no quería hablar con Jas, me asustaba saber qué pasaba.

-¡Móni! Ven.

- Jas... ¡¿Estás llorando?! Jas nunca llora, sólo llora los domingos cuando llueve. 


-Laura se cambió de casa, no sé hace cuánto, pero creo saber en donde vive, y sé que la está pasando muy mal. Ella está en las afueras y ya me conseguí una camioneta para ir. Toca que manejes.


-¡Estas muy loca! exclamé. 


Pero es que de verdad estaba muy loca. Cómo se le ocurre salir en camioneta a las 11pm a las afueras de Tolú, un municipio bombardeado de guerrilla, que en cualquier momento nos secuestran y hasta 'ahí fuimos', como diría mi abuela.

-Igual no es lejos, es solamente ir a una casa a las afueras. (Si claro, es muy sencillo)


De todas maneras me convenció. ¿Pero cómo iba yo a saber que desde esa noche todo cambiaría?

Tomé entonces las llaves del carro y partimos. Jas estaba alterada, yo sé que siempre supo algo y no me lo dijo. Cruzamos Tolú en 5 minutos, yo andaba rápido y fueron 2 minutos después de haber dejado el pueblo.



Jas me dijo: ''Es ahí''. Me detuve frente a una casa pequeña, a penas la tenue luz de la carretera dejaba ver las paredes deterioradas, un color curuba ya sucio. La casa estaba a menos de medio kilómetro de donde dejé el carro, y de ahí en adelante, el camino era labrado por el uso diario. A los lados se alzaba maleza, como entre trigo y palos de no sé qué. Yo sentía pánico, mucho más pánico de lo que pude haber sentido antes en mi vida, tenía un mal presentimiento. Me sudaban las manos, mi respiración era rápida, sentía en mi estómago tiburones furiosos nadando, no sabía a donde mirar, si al frente, arriba, abajo, pero a Jas no. Cada sensación se hacía más fuerte a cada paso.


En la lejanía escuché algo, no pueden ser gritos, pensé, (eran gemidos) ''Jas ¡Vámonos! Por favor, nos van a matar, por favor vámonos''. Le supliqué al acercarnos. 

Jas y yo corrimos silenciosamente hacia la casa, eran gemidos de Laura lo que escuchaba, Jas se retorcía de la impotencia de no poder hacer nada, no sabíamos lo que pasaba, no podíamos ver nada. Desde ese momento mis recuerdos son borrosos, como una cinta de video mal grabada, con vacíos y saltos inconclusos en el tiempo. 

Rodeamos la casa y yo seguía sin ver a Jas  ella no me decía nada, no exclamaba, no inmutaba sentimientos. Nos encontrábamos contra una pared, yo me deslicé sobre ella y caí al suelo, ella también, las dos sabíamos que Laura estaba siendo violada, que su dignidad era desgarrada y no teníamos mucho qué hacer... Nada. Había una razón que no nos dejaba ir, tal vez el morbo de saber qué pasaría, tal vez querer experimentar algo ¡No sé! pero no nos íbamos. Miré a Jas a los ojos, buscando una clase de resguardo frente a la situación y lo que encontré fue furia, una mirada penetrante, una mirada con fuego ardiente, irritabilidad, comencé a sentir en el aire como su rítmo cardiaco aumentaba con cada segundo, olía sus niveles de adrenalina. Ella no estaba pasmada como yo, ella era un nido de resentimiento que iba a explotar. Presentía una siguiente acción, acción de justicia, lo notaba por su expresión facial, su estado amenazante. Jas reacciona, se para, va a la puerta trasera, de esas puertas que dan a la cocina de la casa. ¡Oh por Dios! pero qué le pasa, pensaba yo, yo no podía calmarla, no podía pronunciar ni una palabra, estaba sumisa ante la situación, yo era una mata más al lado de la casa. Jas entra. Yo estoy afuera, sin manera de saber qué hace ella y como un recuerdo de desmayo, recuerdo entrecortado, lo siguiente en mi mente son gritos. 

Y ahora, todo pasa en cámara lenta con la música de fondo de Carmina Burana. Yo entro, Laura está semi desnuda tirada en el piso en un rincón, gritando, Jas con un cuchillo en la mano y veo cada movimiento, cada vez que saca e introduce el arma de la espalda, el hombre sangra, sus gotas caen al piso, gotas que serán un charco. La otra mujer en la habitación, seguramente la madre, estaba en el piso también sangrando, sin poder moverse, pero conciente de lo que sucedía. Jas había creado un odio hacia la persona que hacía infeliz la vida de Laura, ya lo conocía. Hombre que si la violó esa noche, lo hizo muchas veces más. 


Jas recupera la conciencia, vuelve a reaccionar, mira el cuchillo, la sangre, al hombre, mira sus manos, su ropa salpicada; deja caer el cuchillo de sus manos, resuena el piso con el golpe de la caida, haciendo eco en su cabeza del acto que acaba de hacer. No lo puede creer, fue un ataque de ira, espontáneo y descontrolado, ella perdió cualquier noción de ser, de objetividad, de encontrar una manera diferente de afrontar el problema. 

Mi corazón latía rápidamente, Jas lo había matado. Veo como el hombre sufre con sus ojos entrecerrados, huelo sangre y pavor. Los gritos de la escena se silenciaron, sólo eran imágenes, 24 cuadros por segundo, todas en mute. No recuerdo mi lugar en la habitación, es más, no recuerdo si era una habitación exactamente, pudo haber sido la sala, el comedor. 


Mi mente se funde y se recupera, lo siguiente que veo son mis manos manchadas. Jas  yo vamos corriendo hacia la camioneta. Cuando entro, pongo mis brazos en el timón y recuesto mi cabeza, parecía que Jas no estuviese a mi lado. Otra vez, todo estaba en silencio. Uno que otro carro pasaba, yo me detenía en el paisaje, en los colores que pintaban las luces variantes de los carros. Le dije, ''Vamos''.


Esa noche escapamos, duré al rededor de 7 horas manejando. Jas estuvo despierta todo el tiempo, sin hablar. Y cuando me cansé, paramos en una estación de gasolina tipo camionero, que hay hostales baratos. Ya quería dormir. Entramos y me recosté al lado de Jas  la abracé y ella lloró cantidades hasta que se durmió. Observaba su tersa piel, tal como ayer en la mañana, su cuerpo tan inocente de la maldad, y quién iba a pensar, que el frenesí de un momento la llevaría a tal daño. Me dormí. 


Hoy rezo por ella, cada noche, cada día, porque no sé de Jacinta desde esa mañana en la que desperté y ya no estaba. No dejó notas, como pasaría en las películas. Perdimos rastro y es imposible encontrarnos de nuevo, porque yo escribo desde Bogotá D.C., un lugar al que ella jamás vendría.