Thursday, May 15, 2014

Arquitectura Latinoamericana

La arquitectura lleva consigo la conciencia de un pueblo. Determina por necesidad la forma de vida de las personas. Entra a ser parte cultural de un territorio y de alguna manera es el lenguaje del pensamiento colectivo. Lo que me lleva a que la arquitectura latinoamericana ha sido, desde su colonia española, atrevida y osada a lo largo del continente.

Aunque a de finales del siglo XIX, hubo cambios significativos en la economía de Iberoamérica, con la apertura comercial al mercado internacional, y los pueblos se creían ya países emancipados, vendría sólo entonces un reemplazo de colonia. La mentalidad latinoamericana al parecer no logró (o no ha logrado) una plena liberación en donde reconoce lo propio y trabaja en ello, por el contrario, raya en la  dependencia de otras naciones y se niega así misma.

Esto es evidente, sobre todo en esta época en donde la gran aspiración era parecerse a Europa. Básicamente París. Lo que para mí resulta una irónica paradoja, porque mientras eso sucede acá, Francia pretende una aproximación a los clásico desde la academia en términos arquitectónicos.

Entonces vemos una arquitectura religiosa y funcionalista (pabellones, estaciones ferroviarias, etc.). Ramón Gutiérrez dice: ‘Ya no se trata de tipologías, sino de modelos’, el colmo, la copia era literal. Sin embargo, esto no es todo. Existe otro factor que viola los territorios americanos y golpea en nuestra forma de vida silenciosamente: arquitectos que construyeron sus proyectos sin nunca pisar el destino, en su mayoría.

Se trata de los concursos ganados por europeos. Que en cierta medida la educación en esa época no reparaba en estudios arquitectónicos como tal, que trabajase en conjunto con otras áreas sociales. En cambio sí, había una compleja discusión entre ingeniero-arquitecto. Cuando el hecho de construir se basaba, en su mayoría, de números y física, dejando de lado el diseño, hasta el final de los estudios.

Lo que generó cambios positivos en estos lugares que apenas comenzaban el camino del ‘progreso’, industria. Pues la ingeniería, a cargo de los ingleses, llevó al avance de ciudades por medio de las vías ferroviarias.
Lo anterior, y el hecho de que hubo una reorganización y embellecimiento de las ciudades es muy provechoso hasta estos días. La búsqueda de tener un paseo, avenida o bulevar con perfil francés, y que además, esta arquitectura haya enfatizado en la fachada como escenografía urbana e imagen de la cuidad, hizo que ciudades como Buenos Aires, Argentina sean ciudades bellas en sí mismas y su recorrido sea agradable. Tenemos la Avenida de Mayo como ejemplo de esta ‘gran imitación’ europea y los frutos en américa.

No obstante la ideología marcada por esta corriente arquitectónica, de la mano con la corriente artística, tan influenciada o dependiente de Europa, marcaba sin lugar a duda una falta de amor propio,  más bien, una negación absoluta de nuestro pasado. En donde ni siquiera el idioma es valorado como una de las joyas heredadas. Ramón Gutiérrez afirma:

‘El vivir en  una ciudad de fisionomía francesa, es residir en un petit hotel borbónico, el hablar aquel idioma e imitar el modo de vida era para la élite gobernante finisecular la garantía de pertenecer a la <<civilización>> y el haber borrado definitivamente los genes culturales de la  <<barbarie>> a que los condenaba su humillante naturaleza americana.’

Luego surge el eclecticismo, que no es más, sino clientes americanos aburridos de siempre lo mismo (repertorio clasicista italiano, y luego francés) exigiendo diferenciación como clave de prestigio. Sin embargo, lo interesante de estas nuevas corrientes, fue el impacto físico y la riqueza formal que se siguió acumulando en Iberoamérica, sobre todo en el área de infraestructura y equipamiento urbano. Pues lo esencial se destaca en la transferencia tecnológica, la expansión urbanística, nuevos sistemas de comunicaciones y el desarrollo de infraestructuras; la primera estación de ferrocarril fue en Buenos Aires.

Con esto llegan dos fenómenos en los que no adentraré que fueron: la sinceridad de la arquitectura en su estructura, y por el contrario el maquillaje arquitectónico. El gran cascarón ornamentado.

Bien, pues tanto liberalismo económico, no fue más que libertades individuales, de derechos y competitividad. Que dejó un patrimonio destruido y suplantado, puesto en manos extranjeras. Que si bien, hubo trabajos de arqueología en las ruinas precolombinas, fue so pretexto para su depredación y sustitución. Como lo hizo el francés Pierre Benoit con el Cabildo de Buenos Aires.


Esta visión materialista dejó relegado el ser, por el tener. De una manera infame y egoísta. Una visión absurda, que dejó ciudades bellas. Ahora, el cuestionamiento no va sólo a la morfología de lo positivo o negativo, sino que al parecer esta postura moral no ha cambiado mucho.

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