Sunday, November 3, 2013

Esclavos For Ever.

Podemos pasar días actuando como figurantes en escenas pensadas y escritas por otros.
Fernando Savater

Estamos inevitablemente condenados al consumo, y eso nos hace esclavos.

Esclavos de tener un 'smartphone' o un ipad.
Esclavos de tener un buen carro. 
Esclavos de tener un televisor Led de 51'. 
Esclavos de tener una cámara.
Esclavos de tener la mejor ropa. 
Esclavos de tener tennis Nike. 
Esclavos de ser ''bellos''. 
Esclavos de tener.






Y todo esto amarrado a uno de los discursos más fuertes en la actualidad: ''Hay que gozar de la vida''. 

¿A costa de qué?. A costa de deduas:






Sin nunca estar satisfechos, después de una compra viene otra. De esta manera, el Gran Discurso nos anima a continuar con nuestro trabajo, que no importa si es frustrante, tenemos que ser el figurante de escenas pensadas y escritas por otros. Tenemos que participar en el discurso de la felicidad, de la plenitud alcanzada solamente por la capacidad adquisitiva y las propiedades obtenidas. Pareciera que sólo así vamos a ser aceptados y valorados. Pareciera que el tener nos hace mejores personas. 



¡Tan exagerada! Digamos que soy exagerada, pero remontémonos a la realidad. ¿Para qué las mujeres se maquillan? para ponerse una cara diferente a la que tienen, porque el discurso de belleza dice: -Mujer, tú eres fea, maquíllate. Y lo mismo con las dietas y los diferentes tratamientos que pueden hacer millones de mujeres para alcanzar esa belleza





Otro ejemplo, no muy lejano, puede ser el carro o un televisor. Todos queremos un buen carro. Ojalá sea un BMW, o Mercedes Benz, y si alguien que esté leyendo esto y tenga un carrito viejo, o de esos bien baratos, juro que sueña con algo lujoso. Y no lo juzgo, porque ese es el pensamiento que se inculca todos los días, un pensamiento al que no hay escapatoria (aparente). Se nos olvida que las cosas tienen un fin, el uso. Y si teníamos un celular Nokia 1100, era para llamar, ahora los celulares sirven para todo, menos para llamar. Un televisor se cambia por un televisor pantalla plana o led, no porque haya dejado de funcionar, sino porque ese discurso: -''Vive nuevas emociones y convierte tu sala en un lugar perfecto de entretenimiento'', solo nos promete un paraíso que se basa en las estimulaciones y sobreestimulaciones de una persona. Sin embargo, este paraíso que además de que no existe, la llegada es tortuosa y dolorosa (pagar deudas). Porque la felicidad tiene un precio. 



¿Y quién no sueña en frente de una vitrina? ¿Quién no añora algo frente a una vitrina? ¿Y quién no ha hecho hasta lo imposible por conseguir ese algo de esa vitrina? Yo creo que todos hemos caído en la trampa. Todos compartimos esa frágil sensibilidad y fijación por los objetos, por tener más y también compartimos ese continuo sentimiento de aburrimiento. 

El aburrimiento resulta ser otro factor del discurso: -''Goza la vida, (en tanto tengas dinero para pagarlo)''. Porque si no nos aburriéramos de las cosas que tenemos y si viviéramos felices con lo que compramos hace cinco años, el consumo se cae, es decir, el capitalismo fracasa y hay caos. 

Pero bueno, yo iba en que ''Pareciera que el tener nos hace mejor personas'' (y me desvié). Entonces retomo y pongo un ejemplo: La ropa. 

¿Por qué son tan importantes las marcas cuando se habla de ropa y sus accesorios?
La Coste, Polo Ralph Lauren, Nike, Coach, etc. 








Tal vez eso tiene que ver por las veces que hemos juzgado a alguien por cómo se viste, y asimismo le hemos tratado. Porque tenemos una conciencia, allá bien adentro, que nos indica y categoriza a la persona, con preguntas elementales:

¿En dónde vives?: En Soacha.
¿En dónde estudias?: En el instituto triángulo.
¿Tu mamá qué hace?: Es mesera. 

Y si a eso se le agrega que es feito y tiene una chaqueta descolorida y zapatos anticuados, es probable que se le tengan bastantes prejuicios a una persona, que tal vez sea noble, leal, responsable y muy talentosa en su estudio. Finalmente eso queda en segundo plano, porque lo que importa es otra cosa. 


Con todo esto, argumento que somos esclavos, que la libertad no se le otorga a cualquiera. La libertad resulta ser un premio, a quien aprenda a codificar todo lo que le llega, desde esa publicidad odiosa que yo odio, hasta los programas de televisión, la música, los objetos y todo lo que consumimos,  porque cada cosa carga en sí un discurso.


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