Saturday, November 2, 2013

Cuando muera viejita.

Cuando mi tata muera no voy a llorar, y tampoco le llevaré flores a la tumba. El día que ella muera, dejaré de ver su redonda figura pintada de azul, y la llevaré en mi corazón para siempre. 

Cuando el papá de una amiga murió, entendí que a la muerte no se le debe temer, y que tampoco hay que estar triste. No sé si la cosa sea de celebrar, pero no de llorar. También entendí que las flores no valen de nada si no sacan una sonrisa, para qué flores a muertos, más bien le llevo flores a mi mamá para darle un pedacito de felicidad. Acompañar a mi tata, que quién sabe cuándo deje de mamar gallo y cumpla la profecía de morirse, que con ese cuento lleva 20 años.

La viejita está loca, y todos lo sabemos, por eso la molestamos tanto. Mi mamá, mi tío, yo, hasta mis tíos que están en Canadá molestan a la pobre viejecita sin nadita que comer. Mi mamá es muy chistosa cuando la llama por teléfono, contesta y le dice ''Hola niña pobre'', mi mamá le dice nena, le dice mafa (de la caricatura Mafalda, por la raya que tiene como boca, igual a la de mi tata), le dice perra-loca o perrita; mi tío Juancho (el esposo de mi tía Claudia, en Canadá), ''el hijo predilecto'', dice mi tata, le dice: -''Mi viejeciiiitaaa''; y Ramiro (mi tío) es más chistoso, le dice mente de pollo o cabeza de papa salada, por las canas, pero de todas las maneras que le digan a la perris, a ella no le importa, y todos lo decimos con cariño. 









La viejita ya está viejita, y pronostica su muerte cada mes, ya nadie le pone cuidado. Desde que mi papá la conoció ella dice: -''De este año no paso'', y eso que fue hace más de 25 años. La viejita no hace más sino tomar del pelo

Pero como dije, la viejita ya está viejita, y aunque yo creo que aún no se cumplirá el pronóstico, yo quiero vivir junto a ella todo lo que se pueda. Por eso me la cargo a la casa de mis papás los fines de semana, y su redondo y relleno cuerpo duerme a mi lado los sábados y los domingos.







Nosotros siempre la molestamos y nos reímos del Loco y de ella. El Loco es mi abuelito Eduardo, que siempre ha sido loco, pero con el tiempo ahora es más loco. A mi abuelito Eduardo siempre lo roban, le roban tornillos, le roban música, le roban hasta camisetas del año 1000. Los únicos seres que no lo han robado han sido Niño, el pájarito de la casa que ya se murió, y mi perro Docky. Todos los demás entran en lista. 





Desde que era pequeña escuchaba el cuento de la gatiada, no lo entendí hasta que crecí. Le decían que tenía las rodillas raspadas de gatiarle al Loco, como viven en cuartos separados desde hace diez-mil-años, y además cada habitación está bien lejos una de la otra. Pero ahora el cuento ya no es ese, desde hace poco, el cuento es con 'palomo', y como dice mi tata: -''El Sr. Rodriguez y la Sra. Margarita'', bueno, pues palomo es el amante de la perris, ''Pero si ese viejito no pasa ni saliva'', dice mi tata. Hasta mi abuelito Eduardo llamó a mi mamá a decirle: -''¡Martha!, ¿usted sabe que su mamá tiene novio?'', ''es un viejo con ruana''. No, no, no, son mentiras, siempre será para reírnos a costillas de la pobre viejecita sin nadita que comer. 





Y todos al rededor de la viejita, qué será de nosotros sin esa perrita loca que nos haga reír. Por eso la recogeré todos los viernes al Club del Abuelo, lugar que conocí el viernes pasado cuando me dio por verla y llevarla a la casa. Ese día estaba haciendo sol y llamé a Ramiro a preguntarle en donde era que ella iba todos los viernes. Me bajé en la estación del Polo y caminé barrio adentro en busca de una viejita que mueve el esqueleto. Cuando llegué la viejita estaba bailando con el doctor, el único hombre entre tantas abuelas (y un niño disfrazado de Iron Man). Ese día mi mamá llegó luego y tomó mucha cerveza, ¡cual jartona es! Y cuando el baile se acabó nos fuimos a la casa. 

Ramiro dice que es mucho milagro que los gatos estén vivos, la gata tuvo 4 gatos, y nacieron hace como un mes. El viernes, cuando llegamos a la casa mi tata se aplastó sobre los gatos, como no pueden andar en el piso todavía, se la pasan en la cama. ¡Pobres gatos con mi tata! y pobres gatos con Ramiro también, él les hace buling todo el tiempo, ojalá no se suiciden. 

En fin, esa casa es una casa de locos, la loca Mafa y el loco Eduardo. Hablar de la casa, es hablar de mi tata. Quién diría que el lugar en donde yo crecí ahora estuviera tan diferente. Pero no importa, por lo menos sé que aún puedo recorrer ese eterno corredor saturado de espejos y pisar el suelo pintado de dálmata que pisé todos los días durante 16 años. Cuando mi tata se muera, lloraré cuando la casa muera con ella. La casa es mi tata, y mi tata es la casa. La casa sin mi tata nunca hubiera sido La Casa. 

Recuerdo cuando era pequeña, habían dos perros gays, eran fresh puddle, Tobby y Chico, de mi tata. De Ramiro había uno que se llamaba Zenky, un boxer albino, ese también murió. Y mi perro, que de milagro vive: Docky. Y sí que es un milagro que sobreviva con mi abuelito a cargo. Yo era una enana en medio de esa jungla enorme de casa. 

Y así como recuerdo a los pinches perros de mi tata, recuerdo cuando la acompañaba a hacer el mercado. Ese eterno mercado de horas y horas y horas. Salía de la casa en un día soleado. Con un caminar lento y torcido, la viejita se alejaba de mí, mientras yo empujaba el portón para revisar si había quedado bien cerrado. Íbamos al parque a sentarnos un rato y después íbamos a donde la Sra. Venerice o Várice, como le decía Ramiro, a seguir sentadas y comer un helado. Pasaba el tiempo y mi tata regresaba a la casa al medio día a hacer el almuerzo, y ya en la tarde, a las 5pm decía ''Eduardito le sirvo ya o más tarde''.



En breve el tiempo pasó, y aunque creo que sus arrugas han sido las mismas desde que la recuerdo, es claro que han aumentado y la memoria ha disminuido. Mi vida ha cambiado y siento que todo tiene que ver con la viejita. Mi vida fue La Casa, la viejita y ya tengo 19 años, casi 20, y sigue conmigo. Sin embargo se que algún día la dejaré de ver y espero que aparezca en mi sueños, a veces le digo que cuando se muera me cuente cómo son las cosas por allá.   




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