Saturday, November 9, 2013

El clima Bipolar de Bogotá D.C.

Bogotá es una ciudad que mucha gente odia por el tráfico, la delincuencia y todas esas exageraciones que a la gente le gustar hacerse en la cabeza. Sin embargo, yo encuentro a Bogotá una ciudad maravillosa. 

Una de las cosas que más disfruto y que no es muy frecuente, es la neblina. Siento que es una sorpresa, tanto así como un regalo del cielo o de los dioses indígenas que alguna vez fueron propios del territorio.  Sucede en las madrugadas, cuando no veo nada mas que los siguientes tres pasos que daré. No veo las esquinas, no veo las casas, no veo los árboles, y me gustaría tampoco ver mis manos enguantadas (sería muy genial). 

También me encanta cuando llego a la universidad y dirijo mi mirada hacia los cerros ¡Están escondidos! La neblina los ha cubierto inevitablemente, como si una clase de photoshop los hubiera borrado en alguna aplicación y hubiera dejado a Bogotá sin Monserrate y sin Guadalupe.

Pero esto sucede muy pocas veces, Bogotá ya no es tan frío como dicen que era antes, entonces la neblina es un fenómeno esporádico. Más bien Bogotá sufre de una bipolaridad bien adolescente, de a veces estar bien y de repente cambiar su estado de ánimo. Por eso siempre trato de vestirme acorde a los caprichos de Bogotá, para mucho frío, lluvia y para mucho calor. Por si al clima de Bogotá se le da la gana ponernos frío, siempre cargo guantes, gorro, bufanda y la chaqueta bien gruesa, por si también se le da la gana de echarnos agua todo el día, y yo no mojarme. Pero si le da la gana de ensolarnos todo día, es cuestíon de guardar mi ropaje de guantes y gorro, quitarme la chaqueta y ya estoy en pinta de veraneo. Es normal que tenga que usar estas dos pintas al día. Ahora que empezó noviembre, Bogotá es lo más bipolar del año. En la mañana hace sol y en la tarde nos echa cántaros de agua. 

Que día fui a coger el trasmilenio y llegué a la estación de Universidades, eran las 5pm, tal vez el cielo nublado, un día normal. Y mientras esperaba el bus veía hacia al frente, una torre verde y alta como de 30 pisos, detrás de ella la gran montaña de Monserrate y rematando en la punta, la iglesia. Más o menos en cinco minutos dejé de ver la montaña, la neblina era tan espesa que borró casi todo mi panorama. Comenzó por la cruz de la punta de la iglesia, poco a poco borró la misma, y así continuó vistiendo a Monserrate de blanco hasta desapareserla, la torre verde del frente si era bien imposible cubrirla, eso sería como dejar de ver mis manos en la madrugada, porque está casi encima de la estación. Bueno, siguiente a eso el cielo regó toda el agua que tenía sobre nosotros y yo cogí el bus y me dormí. Obvio yo no me mojé, pero a todos los que la lluvia los cogió por sorpresa, se habrán echado su buena lavada. 

En fin, esas imágenes fueron cheveres, y la lluvia también. 

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